El sorgo volvió con todo
Diseños exitosos del cultivo en el Norte de Santa Fe.
El cultivo de sorgo en la región CREA Norte de Santa Fe tuvo un rol fundamental en los esquemas ganaderos, pero en los sistemas agrícolas no prosperó porque se encontró con precios erráticos y genética que no podía competir con los avances logrados en soja, maíz y girasol.
La región Norte de Santa Fe ha promediado en las ultimas 24 campañas agrícolas alrededor de las 2000 hectáreas dedicadas al cultivo sobre una superficie media histórica de 55.000 hectáreas. El rendimiento histórico zonal se encuentra en 4050 kg/ha. Luego de varios años de falta de interés, en la campaña 2020/21 la intención de siembra crecerá de manera importante en línea con la posibilidad de capturar precios de hasta 180 u$s/tonelada con entrega en Rosario.
Entre las variables que están analizando los empresarios CREA de la zona para sumar el sorgo a los planteos se encuentra la adaptabilidad del cultivo a suelos de baja fertilidad, salinos e inundables; menores riesgos de producción bajo condiciones climáticas adversas (ante un probable escenario de fase “Niña”) y mayor capacidad de absorción de humedad del suelo y mayor eficiencia en su utilización.
En general el sorgo se caracteriza por tratarse de un cultivo muy plástico y versátil. La zona se encuentra ubicada entre isohietas de 800 y 1000 milímetros, lo cual asegura la posibilidad de alcanzar producciones potenciales muy buenas si se perfecciona el manejo del mismo. De la misma manera, el régimen de temperaturas medias colabora en la plasticidad de fechas siembras para el planteo del cultivo.
Las fechas de siembra que efectúa la zona oscilan entre la segunda quincena de septiembre a primeros días de diciembre para sorgos de primera. La fecha de diciembre en general es para fechas de siembras de segunda sobre avenas y/o trigos, mientras que las de enero y febrero para sorgos de tercera sobre lotes de girasol.
Históricamente, las fechas de septiembre han sido las de mayor potencial de rendimientos, dado que posiciona al cultivo en su período crítico (panoja embuchada) en el mes de diciembre con menores riegos de sufrir estrés hídrico; pero, como contrapartida, podemos encontrar deficiencias de calidad de implantación debido a condiciones de sequía y temperaturas del suelo inferiores a 15 ºC que exponen al cultivo y obligan a retrasar las fechas de siembra hacia octubre o noviembre para los sorgo de primera. Las fechas de siembra segunda y tercera normalmente resultan en menores potenciales de rindes por ubicar sus periodos críticos en momentos de menor radiación y mayor presión de enfermedades.
Los ciclos utilizados en la región para siembras de primera son largos e intermedios largos (75 a 95 días a floración) desde septiembre a diciembre; para siembras de segunda intermedios (65 a 75 días a floración) entre diciembre y enero; y para siembras de tercera cortos (menores a 65 días a floración), para fechas de enero y febrero.
Normalmente, cuando no se respeta el uso de ciclos largos para las fechas más tardías lo rendimientos caen abruptamente debido a que en esos casos se registran mayores problemas de enfermedades en el cultivo, llevando en algunos casos a tener que ser aprovechados por planteos ganaderas.
La distribución de la superficie de sorgo en la zona, en términos generales, ha sido sobre suelos clase IV, V y VI y, en menor medida, II y III. Es decir: básicamente sobre suelos donde normalmente sembraríamos maíz o soja con mayores riesgo, lo que hizo que históricamente el cultivo quede desplazado hacia ambientes marginales. Pero particularmente para esta campaña 2020/21, dada la oportunidad de negocio, el sorgo ocuparía suelos clase II, III y IV.
En lo que respecta a los antecesores, para la campaña 2020/21 la mayor parte del sorgo se sembrará sobre lotes provenientes de soja, mientras que en segundo lugar, tercer y cuarto lugar se encuentra el campo natural, girasol y avenas/trigo respectivamente.
Uno de los principales desafíos agronómicos presentes en la región es el de las malezas problemáticas, especialmente gramíneas tolerantes a herbicidas; en muchos casos esa variable fue una de las principales restricciones para el crecimiento del área del cultivo de sorgo. Sin embargo, en la actualidad la incorporación de híbridos tolerantes a herbicidas de la familia de las imidazolinonas le permite al cultivo tomar otra posición respecto al control de malezas en pre y postemergencia. Más de la mitad de la compra de semilla realizada por el CREA Ramayón corresponde a híbridos de sorgo con tolerancia a imidazolinonas.
se apunta siempre a un manejo tradicional de un paquete de herbicidas con preemergentes a base DE triazinas y cloroacetamidas, adoptando previamente la tecnología de curado de la semilla con antídoto (Fluxofenim/Concept). Ese paquete, en general, es aplicado de manera complementaria a otros herbicidas en barbechos u otras labores culturales que permitan la implantación del cultivo sin presión inicial de malezas.
Los planteos de que se están diseñando tienden a bajar la densidad de semillas por sembrar por metro lineal con el propósito de lograr entre 140 y 170 plantas a cosecha para planteos de media a alta fertilización respectivamente. Si bien lo ideal sería poder sembrar con sembradoras a placas para mejorar la plantación, no todas las empresas disponen de esos equipos. Los más habitual de encontrar equipos de siembra a 52,5 centímetros, aunque el cultivo cuenta con tanta plasticidad que también se adapta muy bien a espaciamientos de 21, 35, 38, 42 y 70 centímetros. Lo más importante por tener en cuenta, en ese sentido, es que a distanciamientos más cortos los sistemas de siembra emplean dosificación a chorrillo y no de placas, con lo cual se hace más difícil la regulación de los kilogramos por sembrar y de las semillas por plantar por metro lineal. Veamos el siguiente ejemplo:
Merece tener en cuenta que la demanda de nutrientes del cultivo de sorgo es similar y/o superior a la de maíz. Además es importante considerar que tiene la capacidad de extraer del suelo gran parte de lo que el mismo demande. En general, la estrategia de fertilización instrumentada en la región Norte de Santa Fe refleja la intención de cubrir en un determinado porcentaje la demanda del cultivo, que requiere por tonelada producida de grano 25 kg/ha de nitrógeno; 5 kg/ha de fósforo y 5 kg/ha de azufre.
Los planteos de fertilización varían ampliamente en la zona y los mismos están basados básicamente en una fertilización de arranque, por ejemplo, de 60 kg/ha de fosfato diamónico en línea de siembra más 70 kg/ha de urea al costado de la línea de siembra. En algunas ocasiones se refertiliza con fertilizantes líquidos a base de nitrógeno en V4-V6 , pero no es la práctica mas común.
La oferta nitrógeno presente el suelo varía en función al cultivo antecesor. Si tomamos en cuenta los primeros 60 centímetros de profundidad, (tomando como base análisis de suelos CREA Ramayón), podemos medir entre 40/50 kg/ha de nitrógeno para antecesor aoja y 30 a 40 kg/ha de ese nutriente para antecesor maíz en sistemas de siembra de directa. De esa manera, si consideramos un planteo con antecesor soja, en el siguiente cuadro podríamos resumir a grandes trazos un diseño de fertilización para un sistema de media y alta productividad:
En lo que respecta a plagas; la mayor presión está dada por la alta presencia de aves (palomas y loros), lo cual está en directa relación del cultivo a cercanías de montes y a la dispersión de las aves a zonas de cultivos. La estrategia de control se basa en la adopción de materiales de alto taninos, como primera medida, y a la diversificación en fechas de siembra como medida de orden cultural.
Gracias a la tecnología disponible y las oportunidades comerciales –generadas fundamentalmente por un crecimiento de la demanda china– podemos volver a darle al cultivo de sorgo el espacio que merece en la rotación agrícola.
Fabián Echevarría. Asesor de los grupos CREA Ramayón y Villa Ana.
Foto @ljandreoni