Especialidades en el NOA
Buscando diversificar, Anta del Dorado incursionó en el mundo de las especialidades. Hoy produce más de 15.000 toneladas, que procesa y exporta al mundo
Anta del Dorado S.A. es una empresa familiar agrícola, ganadera y forestal que, desde hace 50 años trabaja en el chaco salteño produciendo alimentos de manera sostenible. Su nombre hace referencia al departamento de Anta, en Salta, donde se encuentra ubicado San Esteban, el principal campo de la firma, y al Río Dorado, que oficia de límite natural de dicho establecimiento.
“Nuestra misión es generar productos y servicios agroindustriales de calidad, maximizando el rendimiento productivo y la rentabilidad en las distintas unidades de negocio: cabaña de Brangus colorado, engorde a corral, semillas, especialidades y granos con trazabilidad”, destacan.
Es justamente en las especialidades en las que nos detendremos en esta nota, cultivos que han llevado a la firma salteña a avanzar en la cadena productiva.
Buscando diversificar
Si bien Anta del Dorado dio sus primeros pasos como una empresa ganadera, casi desde sus inicios se dedicó al cultivo de maíz, sorgo y legumbres, ampliamente difundidas en la zona. Pero no sería hasta principios de los 80 que crecería considerablemente en agricultura a través de la incorporación de la soja como alternativa productiva, a la que sumarían poco después una pequeña superficie (10-15% del área productiva) de especialidades con la idea de diversificar.
“Teníamos la idea de desarrollar distintas áreas de producción y las especialidades eran las que mejor se adaptaban a este propósito. La posibilidad de probar distintos cultivos tiene que ver no sólo con una diversificación comercial sino también productiva. Al ser todos cultivos de secano que se siembran en distintas fechas, los eventos climáticos los afectan de diferente manera; esta consideración es parte del planteo agronómico”, explica Lucas Elizalde, gerente general de la firma, de la que también forman parte sus cuatro hermanos. Su padre, Javier, participa de las decisiones de la empresa desde el directorio.
Sin embargo, el gran salto en el mundo de las especialidades no lo darían hasta hace 10 años, cuando tomaron la decisión estratégica de crecer avanzando en la cadena. “A medida que nos integramos verticalmente fuimos creciendo en superficie, porque empezamos a necesitar más productos para vender”, advierte.
Hoy Anta del Dorado siembra, entre campos propios y alquilados, unas 25.000 hectáreas, integradas por un 50% de commodities (soja y maíz) y un 50% de especialidades, que son básicamente 12 cultivos: nueve variedades diferentes de poroto, sésamo, chía y maíz pisingallo. También hacen algo de cártamo −un cultivo de invierno que se utiliza fundamentalmente para obtener aceite para la industria cosmética y alimenticia− pero en un volumen relativamente menor.
El establecimiento madre –San Esteban– se encuentra en Coronel Mollinedo, pero estas actividades se llevan adelante en los campos de Yaguaní, ubicados en General Ballivián, al norte de la provincia, y Santa Magdalena, localizados en la localidad de General Pizarro, en el centro de Salta. Luego está Buena Agua, establecimiento ubicado en Joaquín V. González, orientado a la producción ganadera.
Avanzar en la cadena
Pero, ¿en qué consistió ese crecimiento vertical? Tras realizar un análisis de las debilidades de la empresa y de las oportunidades del mercado surgió la posibilidad de buscar integración comercial para la producción de especialidades. Considerando el Pacífico como una puerta de entrada al mundo, decidieron crear en Chile la empresa exportadora Andes Harvest Foods S.A. para comercializar los cultivos producidos en Salta. En paralelo, Anta del Dorado incorporó una planta en Las Lajitas, dedicada a procesar granos que se venden exclusivamente para consumo humano, tales como sésamo, chía, maíz pisingallo y porotos.
“Al principio, producíamos y vendíamos, ahora producimos, procesamos y exportamos casi todo, con excepción de una parte del sésamo que se destina al mercado interno. Incluso hemos llegado a comprar mercadería de terceros para procesar y vender afuera”, relata.
El destino final de estos productos varía según el cultivo, posicionándose la Unión Europea como un mercado importante para las especialidades: Chía y sésamo se envían a Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Alemania, Italia, Francia, y en menor proporción, a España, como insumo para la industria de la panificación y consumo humano. Las legumbres se exportan fundamentalmente a España, Portugal, Italia, Francia y países como Argelia o Turquía, donde por lo general terminan en la industria del fraccionado y enlatado. El poroto mungo, comercializado como “brote de soja”, se destina a mercados como Vietnam, India, Myanmar y otros países de Sudeste Asiático. “También hemos concretado algunas experiencias de exportación con maíz pisingallo, que vendimos a Italia y a algunos países de América del Sur, como Colombia, Perú y Chile”, puntualiza Elizalde.
Si algo caracteriza a los specialities −en contraposición a los commodities− es que el foco está puesto siempre en el cliente. “Hemos aprendido a producir lo que el cliente quiere comprar y no a vender lo que nosotros producimos. Esa es una gran diferencia, que implica un cambio profundo y cultural. Cuando se pone la mira en el cliente, se empieza a trabajar en procesos de calidad, en normas de inocuidad alimentaria, en aspectos que son fundamentales para el negocio”, enfatiza.
Convencidos de que la calidad es un valor insoslayable, la planta se encuentra certificada bajo normas de inocuidad alimentaria HACCP, reconocidas internacionalmente y demandadas por los mercados más exigentes. “Es un camino de ida: constantemente surgen nuevas normas de calidad, de mercado justo, de trabajo ético; se trata de una serie de requisitos que nos exige el mundo de los denominados superalimentos. Se ingresa en un círculo virtuoso de gestión de calidad”, subraya.
La chía y el sésamo parecen estar muy en boga en estos momentos, pero, ¿puede decirse que experimentaron un verdadero crecimiento de la demanda en los últimos años? Elizalde asegura que en el primer caso es así, aunque se trata de un mercado muy reducido aún. “Se puso de moda y hace mucho ruido pero no ha crecido tanto. En todo el país se deben sembrar unas 20.000 hectáreas”, señala. En el caso del sésamo, en cambio, reconoce la existencia de un mercado internacional muy importante y líquido: “El tema es que en la Argentina se trata de un cultivo muy incipiente”.
Producir especialidades
En la actualidad, Anta del Dorado produce 2500 toneladas de sésamo, 2500 de chía, 4500 de poroto alubia, 1500 de poroto negro, 2500 de poroto de otros colores (un grupo más amplio que incluye varios productos) y 2000 toneladas de maíz pisingallo. ¿Cómo se integran a la rotación del campo?
Lucas explica que la chía, el sésamo y el maíz pisingallo se combinan perfectamente con las demás producciones. “Tratamos de que la rotación incluya siempre al menos 25 a 33% de gramíneas. De hecho, hay campos donde el único cultivo que sabemos a ciencia cierta que se va a sembrar es el porcentaje de maíz o sorgo que le corresponde. El resto puede ser cualquier cosa: soja, sésamo, poroto, chía. Allí el planteo agronómico está muy claro”, señala.
Sólo los porotos tienen un sistema de producción específico, donde la rotación es reemplazada por un sistema de cobertura de pastos naturales.
En cuanto a las fechas de siembra, Elizalde indica que comienzan en diciembre, en el caso del poroto mungo y el sésamo; en febrero, en lo que respecta a legumbres, y en febrero-marzo, en lo que refiere a chía. La cosecha, en tanto, comienza en marzo, en el caso del poroto mungo (detrás se puede sembrar chía o garbanzo, como doble cultivo); abril-mayo para el sésamo; junio en lo que es poroto blanco, negro y colorado; y junio-julio para la chía, constituyéndose en el cultivo más tardío que se realiza en la zona. Para las labores, cuentan con algo de maquinaria propia, pero también recurren a contratistas.
Coyuntura actual
Elizalde define a la situación actual de las especialidades como “buena” o “razonable”. En el caso del sésamo, la chía y las legumbres, los precios en el mercado internacional resultan favorables. “Para tener una idea, el precio internacional del sésamo puede ser de alrededor de 1600 dólares en destino, mientras que el productor recibe entre 900 y 950 dólares. La chía de calidad, por ejemplo, puede valer 2300 dólares puesta en Europa, mientras que el productor cobra cerca de 1400-1500 dólares. Un poroto blanco, que es un producto típico de la zona, se cotiza cerca de 1050-1100 dólares, mientras el productor se lleva 550-600 dólares. Todo lo que hay en el medio son costos comerciales, derechos de exportación y demás”, relata. La medida del Gobierno Nacional de volver a aplicar retenciones a la exportación (tomada en septiembre de 2018) afecta directamente al productor, indica Lucas. “En este tipo de cultivos esa decisión impacta mucho más que en los commodities. Estamos hablando de cuatro pesos por dólar liquidado, lo que representa alrededor de un 10%, pero eso se aplica sobre el valor FOB y como son productos que encierran trabajos de procesado y limpieza, el impacto sobre el productor termina siendo del 18 al 22%”, advierte.
Las mayores erogaciones de esta actividad no se producen durante la etapa productiva (los costos de insumos y labores son similares a los de cualquier commodity) sino en la comercial, vinculada al proceso de limpieza y acondicionamiento del producto y a la exportación. “Hay un fuerte componente impositivo que es el de los derechos de exportación”, destaca Elizalde.
Por otra parte, la exigencia de mano de obra de las especialidades genera un importante beneficio para las comunidades linderas. “La soja se puede vender a granel, en cambio estos granos deben ser acopiados, procesados y embolsados”, subraya.
Presente y futuro
“Ser parte del Movimiento CREA es muy importante para nosotros: nos aporta experiencia, conocimientos y, muchas veces, un baño de realidad”, indica Elizalde.
Anta del Dorado forma parte de tres grupos de la región NOA, por lo que los hermanos deben coordinar entre ellos para asistir a las diferentes reuniones: desde hace 30 años integran el CREA Juramento, integrado por un grupo de empresas mixtas con ganadería y agricultura de soja y maíz. También son miembros fundadores del CREA Anta, eminentemente ganadero; y desde hace 10 años, del CREA Bermejo, dedicado principalmente a las especialidades, que desarrollan en el norte de la provincia.
Con 10 años de camino recorridos en el apasionante mundo de las especialidades, ¿cómo se ven hacia adelante? “Por ahora, consolidando las actividades y tratando de crecer en el negocio de exportación. En un futuro, no descartan salir al mercado interno con marca propia.
Nota completa edición de agosto de la Revista CREA.