Factor IVA: un aspecto clave del negocio agrícola
El cóctel impositivo generado por costos de producción elevados con cosechas magras –producto de la sequía registrada en la campaña 17/18– dejó en muchos casos de ser un inconveniente financiero para transformarse en un problema económico.
Ya no basta con analizar los fundamentos intrínsecos del negocio al momento de diseñar un planteo agrícola. También es indispensable proyectar su evolución en función de los saldos a favor acumulados que se generen a partir de las retenciones aplicadas en IVA. Un estudio realizado por el Área de Empresa de CREA reveló que los saldos técnicos generan un desfinanciamiento del capital de trabajo, además de una pérdida efectiva de dicho capital por el aumento progresivo de costos promovido por la aceleración inflacionaria.
Las empresas agrícolas arrastran saldos técnicos a favor de una campaña a la otra de manera sistemática, lo que reduce su capacidad de inversión, o bien dificulta su situación en períodos de crisis de ingresos.
El problema de los saldos técnicos de IVA es tremendamente regresivo: perjudica a quienes realizan una mayor inversión tecnológica (maíz), a los que se encuentran en zonas más alejadas de los puertos (donde los rendimientos agrícolas suelen ser menos predecibles y variables) y a quienes resultan afectados por desastres climáticos. Por ese motivo, para asegurar la sostenibilidad de las empresas agrícolas, es fundamental encontrar una solución a ese inconveniente.
La aplicación de la tasa reducida de IVA del 10,5% en la mayoría de las ventas de bienes agropecuarios y la generación de créditos fiscales por compras de bienes y servicios –muchos de ellos gravados al 21%– genera en la mayor parte de los casos saldos técnicos a favor de muy difícil recuperación.
El productor agrícola paga 24% cuando contrata un seguro agrícola y 21% cuando adquiere fitosanitarios, semillas y silobolsas, además de cuando contrata servicios de acondicionamiento de granos, fletes, asesoramiento e intereses de deuda, entre otros ítems. Solamente la compra de fertilizantes y las labores agrícolas (siembra, cosecha, pulverización, etcétera) están equiparadas con un IVA del 10,5%.
Para calcular la carga de los saldos técnicos de IVA en modelos agrícolas actuales, se eligieron tres casos representativos de Nogoyá (Entre Ríos), Río Cuarto (Córdoba) y Las Lajitas (Salta) para modelos agrícolas puros. El primero se ubica a unos 200 kilómetros de las terminales portuarias de la zona de influencia de Rosario, mientras que los otros dos se ubican a 400 y 1400 kilómetros. En Nogoyá se consideró una rotación maíz/soja/ trigo-soja
en partes iguales, mientras que en Río Cuarto el modelo empleó 40% de maíz, 40% de soja, 10% de trigo/soja, 5% de soja de segunda y 5% de maíz de segunda. En Salta, el diseño contempló 45% de maíz, 45% de soja y 10% de poroto negro. El análisis se instrumentó con tres escenarios climáticos diferentes. En cada sistema productivo se consideró que el productor terceriza todas las labores y se contempló un valor de arrendamiento agrícola (o costo de oportunidad de la tierra) representativo de cada zona, además del hecho de que se financia el 50% del capital de trabajo a cosecha. Se emplearon rendimientos promedio de referencia en cada zona (por ejemplo, en soja de primera 30 qq/ha para Río Cuarto y 28 qq/ha para Nogoyá y Las Lajitas), mientras que los precios promedio 2017/18 considerados para soja, maíz y poroto fueron de 270, 160 y 550 U$S/tonelada, respectivamente.
La diferencia entre el IVA de crédito menos el IVA de débito fiscal genera el denominado saldo técnico. Cuando el IVA de crédito es mayor que el de débito, al productor le queda un saldo a favor inmovilizado en la AFIP (el cual solamente se puede recuperar aumentando el IVA de venta). Como la mayoría del IVA de compra se paga por adelantado y el IVA de venta se cobra después de cosechada la mercadería, esto genera un costo financiero sobre el IVA, el cual se “financia” con capital de trabajo, o bien con deuda bancaria, por lo que el IVA de compra termina generando también un costo financiero adicional, el cual –además– está gravado con una alícuota de 21% de IVA.
En el gráfico 1 podemos observar el impacto del IVA de compra ponderado por rotación en cada uno de los tres modelos agrícolas seleccionados. El impacto del flete (con un IVA del 21%) perjudica de manera proporcional a las zonas productivas más alejadas de las terminales portuarias. Por otra parte, el IVA de los gastos comerciales del cultivo de maíz tiene alta participación en el componente del IVA de compra en todas las regiones, el cual recrudece a medida que aumenta la distancia hacia las terminales portuarias. En los modelos planteados, el impacto del IVA de compra generado por el maíz sobre el IVA total es del 31%, 43% y 58% para Nogoyá, Río Cuarto y Las Lajitas, respectivamente.
Además, cuando disminuyen los ingresos por caída de rendimientos –ya sea por un problema o bien un desastre climático– los saldos técnicos a favor aumentan de manera significativa, generando un problema financiero adicional a las empresas agrícolas justo cuando más se encuentran necesitadas de capital para intentar recuperarse.
El sector agrícola suma a la problemática del IVA técnico el inconveniente de los saldos a favor producto de retenciones y percepciones de IVA (a partir de lo determinado por la resolución general 2300/07 de la AFIP). Eso ocurre porque los compradores de granos deben retener a los productores inscriptos en el Registro Fiscal de Operadores de Granos el 8% de IVA con una devolución sistémica del 7% en un plazo máximo de 60 días de emitida la Liquidación Primaria de Granos, mientras que el 1% queda a cuenta del pago del impuesto a las ganancias.
Según la encuesta CREA-SEA de julio de 2017 –respondida por el 75% de los empresarios agrícolas CREA–, el 42% de los encuestados tenía en ese momento un saldo técnico de IVA acumulado de un importe promedio de 336 $/ha (por entonces unos 20 U$S/ha),
mientras que un año antes (julio de 2016) había sido de 267 $/ha. En esa misma encuesta, uno de cada tres empresarios consultados poseía saldos de IVA de libre disponibilidad con un monto promedio de 228 $/ ha (13,5 U$S/ha). Es importante recordar que tales datos se recolectaron en un ciclo caracterizado –en general– por buenos rendimientos agrícolas.
La nota completa forma parte de la edición de junio de la Revista CREA